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En 1968 llegó Héctor Gallego a Santa Fe de Veraguas para trabajar en un proyecto de cambio cultural. Este proyecto había sido empezado por Alejandro Vásquez Pinto, vicario de Veraguas, con ideas muy concretas sobre cooperativismo, el poder de una comunidad unida frente al poder político y un plan de trabajo que se llamó Plan Veraguas. Poco a poco, día a día, trabajando con los líderes de más de treinta poblaciones campesinas, Gallego se dedicó a deshacer ese lastre que cargamos: esa costumbre de no hacer nada frente a las injusticias, esa pasividad, ese conformismo del panameño. En sus palabras, Héctor luchó contra "el no querer dar pasos, el no querer romper con una cosa que llamamos orden y que en el fondo no es más que un desorden". Pronto la gente empezó a unirse contra las injusticias de los más poderosos. Empezaron a destruir la dependencia económica, a tener control de la producción y la distribución de su trabajo, agrupándose en cooperativas. Dejaron de votar en las elecciones, para no depender de promesas de politiqueros, y se opusieron a los intentos del gobierno de controlar proyectos de producción y cooperativas. Algunas personas que hacían riqueza abusando de los campesinos, aprovechando su posición económica para explotar a los productores, empezaron a molestarse. Dio inicio una guerra entre los terratenientes y los campesinos. En esa época fueron famosas las golpizas públicas que le dieron a Vasquez Pinto y a Gallego, la quema de casas, el hostigamiento constante, no sólo de estos individuos, muy especialmente de parte de Álvaro Vernaza Herrera, primo hermano del dictador de la época, sino de parte de la Guardia Nacional que fue responsable por lo peor, lo sucedido esa noche de junio de 1971 en la que se llevaron a Jesús Héctor Gallego.
Pocos días antes, de manera premonitoria, había dicho: "si desaparezco, no me busquen, sino que sigan la lucha. Porque lo importante es la salvación de todos los hombres de la explotación y esclavitud ocasionada por los explotadores y por esto hay que morir si es necesario".
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Hoy, las cooperativas resultado del trabajo comunitario de este hombre muerto a los 33 años siguen dando sus frutos y permitiendo a las comunidades prosperar. Y la gente de Santa Fe sigue recordando a Gallego, no solo con un monumento en el centro de esta población fundada en 1558, sino con actos que conmemoran anualmente su muerte. Cómo olvidarlo si, al recorrer las calles de esta sencilla comunidad, sobresalen las edificaciones de los diversos centros de trabajo, producción y distribución de la Cooperativa "La esperanza de los campesinos".
Pero, ¿qué hay del resto del país? ¿Se logró todo lo que se proponían Vásquez Pinto y Gallego? En palabras de Héctor: "Santa Fe, realmente yo no puedo imaginármelo solo. Un movimiento aislado no puede ir a ningún lado. Cuando hablamos de cambio, nos referimos al sistema. Es un sistema que abarca el mundo de hoy, no solamente a Panamá ni siquiera a América Latina sino al mundo de hoy, de manera que un movimiento que permanezca aislado es un movimiento que está enfrentándose hacia algo imposible, algo demasiado grande para un movimiento local". En este mundo de indignados, de toma de las calles del mundo financiero mundial, de fuertes deseos de cambio, la lucha debe ser como la visualizó Gallego. Una lucha global por el cambio, por una sociedad que permita el desarrollo de las personas y no esta en la que todo se hace para el crecimiento de ciertas fortunas. Pero hacen falta planes y personas que los ejecuten, y hace falta seguir en la lucha de manera sistemática. El homenaje a Gallego no puede ser solamente recordarlo.
(*) Las citas son de una entrevista que le hizo Julián Lecuona a Héctor Gallego en Radio Hogar, el 4 de junio de 1971, cinco días antes de su desaparición. La entrevista, junto a otros testimonios, escritos y fotografías, fue reproducida en la revista Diálogo Social, mayo-junio 9, 1972, números 34-35 especial.