No muy lejos del centro histórico hay un campus en el que desde principios del siglo XX funcionó un manicomio. Campos sembrados, jardines, un teatro y varias edificaciones alojaban aislada a una comunidad que, en esa época oscura de la siquiatría, era condenada a vivir en ciudades cerradas como el Ospedale psichiatrico di San Salvi.
En San Salvi funciona aún un hospital, pero por su campus no deambulan ya esos enfermos mentales de años pasados, algunos en realidad víctimas de procedimientos tan terribles y definitivos como la lobotomía, o confinados de manera absurda por lo que hasta los años setenta se consideraban trastornos mentales, como la homosexualidad. En el San Salvi de hoy, algunos pabellones han sido tomados por comunidades de jóvenes o artistas, otros son utilizados por diversas instituciones del gobierno. Uno de los edificios lo gestiona Chille de la Balanza, que organiza durante todo el año eventos artísticos y culturales. Uno de ellos es la Fiesta del Salvino - La República Libre de las Artes y la Cultura, razón principal por la que estoy en Italia, invitado por Aristides Ureña Ramos.
En este pabellón de antiguo hospital, por hoy República, artistas y público celebran la creatividad artística. Al llegar, una ruleta recibe a todos; el ingreso es gratuito, pero si se quiere hacer compras se deben adquirir salvinos, moneda diseñada por Amadeo Lanci, única de circulación autorizada en esta nación libre. La tasa de cambio la decide el azar: el abundante negro en la ruleta dicta un salvino por 10 euros, los escasos blanco y rojo dictan dos y tres veces esa cantidad. Las obras, la comida preparada especialmente, las cervezas y el vino Salvino, un chianti de producción limitada preparado especialmente para el evento por Filippo Cintolesi, se compran con salvinos.
El tema de este año es Don Quijote, el sueño loco (no tomar en serio nada que no te haga reír). Y con esta idea en mente varios artistas han preparado sus trabajos. Algunos han llevado obras teatrales, otros piezas de danza, algunos performances, otros pinturas e instalaciones. De Panamá hay dos trabajos: El sueño trastornado, performance de Aristides Ureña Ramos y Alberto Gallingani; y el Laboratorio Experimental PANAMArama, colectivo reunido por Ureña Ramos y en el que participaron con trabajos en video Lili Mendoza, Vannie Arrocha, Melanie Taylor, Carlos Rodaniche y quien les escribe esta nota, José Luis Rodríguez Pittí.
Desde las cuatro de la tarde la gente empieza a llegar. PANAMArama se proyecta de continuo en una gran sala que le han dedicado exclusivamente. En diversos espacios, en los jardines, suceden diversas intervenciones artísticas. La gente aprovecha la oferta culinaria. El escenario principal se prepara y el público lo llena. A las siete es ocupado por las primeras obras. A las 10:15 p.m., Alberto Gallingani, vestido a rayas rojas y negras, y Aristides Ureña Ramos, encutarrado y enmascarado, salen a escena e inician su presentación que empieza con la lectura de varias líneas del Quijote frente a una proyección de imágenes diversas, muchas de ellas divididas exactamente en la mitad de la pantalla. Usando diversos artículos, música y la ejecución performática, llevan al espectador a meditar sobre el tema de fondo, la contraposición de dos mundos, el europeo de Gallingani, el caribeño de Ureña Ramos.
Mientras tanto, PANArama continúa su ejecución continua, con público que se renueva constantemente en esta sala con capacidad para medio centenar de personas. La proyección empieza con Cuotidiano, video en el que Lili Mendoza se filma leyendo un texto de su libro. Luego pasa a Souvenir recuerdo, trabajo filmado por Jhoram Moya en el que Melanie Taylor lee un texto sobre los objetos que nos trae el mar y la inocencia, mientras la hija de ambos juega en la playa. La secuencia continúa con Agua y Trópico de Carlos Rodaniche, en los que presenta la exuberancia del trópico y de la lluvia panameña, usando imágenes del agua, la selva y desnudos masculinos. Luego sigue el hermoso trabajo de Vannie Arrocha en el que la poeta en cierto sentido se desnuda y nos habla con su poema Desperfecta de la verdadera belleza y del valor de un ser humano, siempre único y especial: «ser predecible, con uniforme resuelto, / réplica de un maniquí de estantería. / terminaré musitando ideales ajenos». Por último, se presenta El paredón, trabajo en el que, utilizando diversas imágenes de personas frente a ese paredón en la Plaza de Francia en el que fusilaron a Victoriano Lorenzo, intento hacer meditar al público sobre la identidad de la República de Panamá construida sobre imaginación u olvido. Al terminar cada serie, el público asiente ante la propuesta presentada por los panameños. Lo hemos logrado, hemos tendido un puente de comunicación entre Panamá y Florencia que seguirá ahora por Roma, Lisboa, Venecia, Bruselas y regresará a América, empezando por Bogotá.
En otros espacios de San Salvi, bajo un hermoso cielo toscano, suceden otras cosas. En un patio queman una caja de libros. Un pintor dibuja las sombras de los asistentes. Otro lee el futuro de las personas en fragmentos de poemas previamente escritos. Un músico aprende con gusto un torrente de mejorana tocado en un Yukelele traído de Panamá. Una fotógrafa retrata a personas del público que, con escudo y lanza, representan a Quijote y Panza. Una niña, de forma espontánea, baila entre las obras. Alguien sale de entre el público y rompe una piñata llena de cenizas. Dos mujeres bailan danzas con aires orientales. Hay pinturas y esculturas en los patios, algunas colgadas de líneas de cuerdas y movidas por abanicos eléctricos ante una gran pared. Y yo, complacido, me pierdo caminando entre sombras e imágenes que sólo existirán durante esta noche de fiesta en este antiguo manicomio de San Salvi, acaso acostumbrado desde hace tiempo a ser escenario de este tipo de visiones únicas.
Versión completa del artículo publicado en La Estrella de Panamá donde se puede ver [[AQUÍ]].