LA RIQUEZA MUSICAL DE JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ VÉLEZ

El 12 de marzo de 1915, en la ciudad de Santiago de Veraguas nació José Luis Rodríguez Vélez. El compositor, el arreglista, el director de orquestas y bandas, el instrumentista, el educador, el gestor cultural, el intelectual y, en la parte personal, mi abuelo. Un hombre excepcional, no importa el punto de vista, de él ha quedado su obra artística, algunas de las instituciones que fundó y la marca indeleble en las miles de personas a las que tocó con sus enseñanzas musicales o ayudó con su generosidad infinita. Hombre modesto, inteligente y autodidacta sorprendentemente culto, vivió una vida entregado a dos pasiones: la música y la cultura que nos define como panameños.

Hoy [21 de diciembre de 2009], que se cumplen 25 años de su fallecimiento quiero hacerle un pequeño homenaje recordando su vida, que siempre ha sido mi ejemplo personal.

Infancia y formación

Mi abuelo creció en un hogar humilde, pero lleno de una riqueza cultural e intelectual invaluable: casa repleta siempre de libros, de música, de narraciones, de poesía, de tradiciones. Por décadas, la casa Rodríguez Vélez fue el sitio en el que nacían los bailes de los diablos durante las fiestas del pueblo, y mi bisabuelo confeccionaba las máscaras y mi bisabuela los trajes tradicionales; muy activos en la comunidad, los miembros de esta familia participaron por mucho tiempo en las danzas, en la música, la literatura y el teatro en un Santiago que bullía culturalmente, sobre todo al finalizar los años treinta cuando se terminó de construir la Escuela Normal de Santiago.

Autodidacta, a los cinco años aprendió por sí sólo a tocar un violín que le hizo su padre y con el que retaba a un vecino veterano ejecutante, tal vez la primera de sus influencias musicales. A los quince años se convirtió en el músico más joven, clarinete de la Orquesta Santiago dirigida por Aurelio Escudero. A los dieciocho años, por sugerencia que le hizo el maestro Escudero a su padre, viajó a la ciudad de Panamá con la intención de perfeccionarse en el clarinete. Viviendo en casa de un tío, pasó un corto tiempo bajo la tutela de Armando Boza y luego la del maestro Nemesio "Porotito" Árias, ambos miembros de la Banda Republicana de ese entonces.

Pero apenas estuvo seis meses en Panamá; pronto regresó a Santiago con la idea de fundar su propia orquesta. Por sí sólo aprendió solfeo, armonía y contrapunto, y llegó a dominar la ejecución de la guitarra, el piano y el saxofón, instrumento en el que más se destacó, entre otros que también llegó a conocer muy bien, y a enseñar.

El músico

Precisamente, fue en esa época a finales de los años treinta que empieza su larga y profunda relación con la docencia. Disciplinado y exigente, pero a la vez una persona paciente, serena y muy dedicada, tenía una habilidad especial para enseñarle música incluso a los menos dotados por la naturaleza. No utilizaba métodos especiales, previamente preparados, sino una dinámica personal con cada uno de sus discípulos, muchos de los cuáles confiesan que aún admiran cómo pudo el maestro enseñarles a ejecutar adecuadamente un instrumento. En esa época se convierte en profesor de canto en la recién creada Escuela Anexa del Canadá, participa en el coro de la iglesia para el que compone misas, ejecuta el órgano y hace arreglos especiales, y dirige la Orquesta Municipal que presenta en retretas en parques y plazas, y con la que ameniza eventos sociales en Santiago de Veraguas y poblaciones vecinas. Todo esto mientras debía ganarse la vida con otros trabajos pues, igual o peor que ahora, el arte, la música y las actividades culturales eran actividades poco remuneradas.

La Orquesta El Patio

En 1945 mi abuelo hizo realidad su sueño. Consiguió en la ciudad de Panamá el instrumental necesario para fundar la que después sería una famosa agrupación musical en Provincias Centrales y Chiriquí, la Orquesta El Patio. Conformada por Luciano Muñóz (sax alto), Raúl Alaín (sax tenor), José Palavicini (trompeta), Ildefonso Herrera (2a trompeta), Mario Barrios (piano), Francisco Hernández (contrabajo), Moisés García (bongoes), Toto Escarriola (tumbadora), Belisario Drago (bombo, redoblante y campana), Emilio Arosemena (cantante) y él, actuando como director, arreglista, clarinete y sax alto. Durante una década la Orquesta El Patio se destacó, no sólo en Santiago y las comunidades vecinas y del resto de Veraguas, sino en las provincias de Herrera, Los Santos, Coclé y Chiriquí donde eran muy bien recibidos.



Como parte del repertorio de la Orquesta El Patio y en la que él confiesa que fue la etapa más creativa de su vida, mi abuelo compuso algunos de sus temas más conocidos: los boleros Ansiedad de ti, Encrucijada de amor, Eres tú para mí, Mientras exista Dios, Estoy triste, muy triste, Plegaria al Señor y su obra más conocida de todas, Parque de Santiago; los pasillos Aida y Aurita, Tristeza y Aura; el danzón Motivos panameños; las cumbias Si tú me quisieras (también conocida como Cumbia Santiagueña), Dime otra vez que sí, La tinajita, Muchachita y Por el caminito. Fue tal el caudal de composiciones, que muchas de las de esa época no tienen ni siquiera nombre, como es el caso de los tamboritos que le hizo por años a cada una de las reinas de las verbenas de la Escuela Normal de Santiago o las cumbias que componía y a las que, en lugar de dar nombre, numeraba.

Grabaciones y la radio

Por desgracia, las únicas grabaciones de la orquesta se hicieron en cintas magnetofónicas que el paso del tiempo, el clima y un almacenaje negligente deterioró al punto de considerarse hoy todas perdidas. Sin embargo, el hecho de existir esas grabaciones no es uno menos sorprendente.

La primera emisora de radio en Santiago de Veraguas, Ondas Centrales, fue fundada por Héctor Santacoloma en julio de 1947, una de las primeras empresas de radiodifusión panameñas, creada después de ese primer hito conocido como Radio Tembleque y las posteriormente establecidas La voz de Panamá, en la capital, y CPR en Colón. Los equipos de grabación eran productos de tecnología avanzada, escasos durante la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, y los discos, en una época en que sólo existían de 78 revoluciones por minuto, sólo se hacían fuera de Panamá. Pero en Santiago la radio era pionera, al igual que ocurrió con el cine (recordemos que la primera película panameña fue realizada allí por Carlos Luis Nieto en 1946), y la Orquesta El Patio se presentaba en vivo al tiempo que era grabada en las primeras cintas magnéticas, hoy perdidas.


No obstante, algunas piezas sí existen, grabadas hoy en discos de acetato: las primeras, por la orquesta de Avelino Muñoz con la voz de Nenita Henríquez, poco después por La Perfecta de Armando Boza con la voz de Tito Contreras, y años después por Chacho De La Rosa. Luego por Manuel Fábrega, por Yin Carrizo con Catita de Panamá, por Cristobal "Toby" Muñoz y por otros músicos. Y aquí cabe destacar que no han faltado casos de grabaciones con piezas de mi abuelo utilizadas sin permiso o, peor, en las que indiscriminadamente se ha cambiado los nombres de las composiciones o el del autor. Así, Muchachita aparece en La época de oro de Armando Boza con el nombre de otro compositor (aunque en el L.P. original está con el nombre correcto), y en Venezuela y Estados Unidos han grabado Si tú me quisieras sin darle ningún crédito a mi abuelo.


Por fortuna, las partituras de la mayoría de sus composiciones se encuentran debidamente preservadas y registradas, y uno de los grandes proyectos que tengo es el de editarlas.


Bandas, marchas y la docencia

A mediados de la década de 1950 mi abuelo se decidió a dejar la Orquesta El Patio para dedicarse a nuevos proyectos. En 1954, acompañó a un grupo de ciudadanos a fundar el Cuerpo de Bomberos de Santiago, y dentro de la nueva institución creó la Banda de de los Bomberos de Santiago para la que compuso una marcha. Posteriormente haría lo mismo con los Bomberos de Soná, población cercana a Santiago. De esa época es la pieza Amanecer en el campo, que muchas veces ejecutó con la Banda de los Bomberos de Santiago y a la que años después agregó letra y convirtió en la saloma coral que le daría varios premios, algunos de los cuales los han ganado coros que la interpretan en este siglo XXI.

Aún director de la Banda de los Bomberos, fundó en 1958 la banda del Colegio San Vicente de Paúl, recién abierto en esa época en Santiago, al que le compuso una marcha (con letra del profesor Moisés Restrepo) y desde el que se dedicó a la enseñanza de la música. En 1960 fundó un pequeño grupo musical en la Escuela Normal de Santiago y lo nombraron profesor especial de educación musical.

En 1965 consiguió que el Municipio de Santiago le donara seis instrumentos al Primer Ciclo de Santiago que utilizó para fundar una pequeña agrupación e ingresó al cuerpo docente como profesor regular de educación musical. Ese mismo año se retiró de la Banda de los Bomberos, que lo condecoró con la Barra de Plata en reconocimiento por su labor en la dirección musical y la enseñanza. Al año siguiente, el 22 de octubre de 1966, el Concejo Municipal de Santiago lo nombró Hijo Meritorio por su dedicación a la música, a la enseñanza de la misma y su trabajo en el Cuerpo de Bomberos.

En 1968, el Primer Ciclo de Santiago fue expandido y convertido en el Instituto Urracá, y dos años después, en 1970 mi abuelo y la directora Luzmila Díaz de Pinzón consiguen que las autoridades donen al colegio instrumentos nuevos, convirtiéndose así el pequeño grupo musical creado cinco años antes en una banda completa. No contento con la Banda del Instituto Urracá, mi abuelo funda para esas mismas fechas el Coro del Instituto Urracá al que le compone y arregla piezas que lo llevan a ganar premios en varias competencias de coros.

En esta época mi abuelo realizó el sueño que tenía de reunir en Santiago a las mejores bandas musicales de Panamá a través del Primer Encuentro de Bandas Musicales que organizó y llevó a cabo el Día del Estudiante, el 27 de octubre de 1972 en el Gimnasio Municipal de Santiago, con el apoyo del Instituto Urracá y las autoridades nacionales de educación.

Durante este tiempo que dedicó sobretodo a la docencia, mi abuelo compuso las marchas Urracá (con letra del profesor Moisés Restrepo) y Convivencia estudiantil, los himnos de la Escuela de los Algarrobos, de la Escuela Nocturna Oficial de Santiago y del Instituto Dr. Alfredo Cantón, los vals Despedida de la escuela y Tus quince años, el pasillo Eva y la canción de cuna Duérmete mi bien, entre otras piezas.


Es importante destacar que todas estas agrupaciones musicales aún siguen funcionando, siendo las que lo ha hecho de mejor manera la Banda de Música "Profesor José Luis Rodríguez" del Colegio San Vicente que ha representado a Panamá en encuentros en Estados Unidos, y la Banda del Instituto Urracá que bajo la dirección de Omar Morales se ha ganado varias veces el premio a la mejor banda, en el Encuentro de Bandas Musicales Estudiantiles, que desde los 90 organiza la Lotería Nacional. Por otro lado, no menos importante, la Banda del Instituto Urracá ha sido elegida por la empresa Yamaha como banda modelo para un plan de educación musical en el que pretende formar cada vez más y mejores músicos en las diferentes escuelas, además de darle opciones culturales y creativas a los jóvenes, y este 2010 representará a Panamá en el XVI Seminario Internacional de Bandas Musicales en Manizales, Colombia.
 


Hoy mi abuelo estaría orgulloso de que estas organizaciones continúan funcionando, teniendo éxitos, que todo ese trabajo no fue en vano, sobretodo porque mi abuelo nunca vio la educación como una actividad a la que dedicar unas horas al día, sino como una actitud permanente orientada al mejoramiento de los más jóvenes y de la comunidad, algo en lo que siempre dedicó toda la energía. Cabe destacar que desde 1965 mi abuelo se mudó con su familia en la ciudad de Panamá para facilitarle a sus hijos asistir a la Universidad de Panamá, entre esos a mi padre. Todos estos logros los obtuvo viajando constantemente entre Panamá y Santiago, a cuatro horas por la carretera de esa época.

La vida urbana y el legado

En la ciudad de Panamá mi abuelo fue profesor de música durante algún tiempo en el Instituto Justo Arosemena, donde también organizó una agrupación musical. Lo mismo en el Primer Ciclo Panamá, donde se jubiló en 1980. Cuando no se dedicaba a la enseñanza en los colegios, daba cursos privados de guitarra y otros instrumentos. Recuerdo verlo preparando las clases, escribiendo en cuadernos, grabando cassettes con lecciones, pero no para reproducirlos masivamente como podría pensarse, sino con lecciones personalizadas, prácticas específicas para cada estudiante al que acompañaba durante el tiempo de la clase y luego, a la distancia, con ayuda de las grabaciones y los cuadernos de apoyo.

De pequeño tuve el privilegio ser su alumno y recibir de esas lecciones de música. Pero más importante, como nieto disfruté de sus enseñanzas, de su pensamiento, de su cultura universal, de sus lecturas, mi primera introducción al cine al que asistíamos asiduamente, de confeccionar y volar cometas, y de conocer la ciudad de Panamá de su mano, en un viaje personalizado que me marcó para siempre y que narro en la introducción de Sueños urbanos, libro que dedico a su memoria.

Por sus composiciones mi abuelo ganó innumerables premios en Santiago, que lo nombró Hijo Meritorio en 1964, y a nivel nacional. Por su dedicación a la docencia, el 1 de diciembre de 1975 fue condecorado con la Medalla "Manuel José Hurtado", máxima distinción que la República de Panamá otorga a la dedicación de toda una vida en la educación. En diversos momentos recibió premios por su obra musical o los recibieron los estudiantes a su cargo. Y por el mismo motivo, el mismo año, el Instituto Urracá le entregó la Medalla Urracá. Algunos honores ni siquiera fueron en la música: capitán de uno de los equipos de baloncesto de Santiago, con Guillermo Benedetti, Efraín Tejada y otros seleccionados entre los equipos locales Esparta, Atenas, Incógnito y Acueducto, alguna vez representó con éxito a su ciudad. Ciudad con la que además luchó por un estadio, por un cuerpo de bomberos, por una justicia que no siempre ha sido ciega, por el rescate de tradiciones como las ya desaparecidas Noches de Placita que en los años sesenta revivió temporalmente. Mi abuelo, que como decía al principio nació en un hogar humilde pero con una riqueza cultural e intelectual inmensa, dedicó su vida a dar con generosidad, a compartir esa riqueza sin esperar nada a cambio excepto la satisfacción elemental que lo llevó alguna vez a tomar un instrumento, a hacer música y a disfrutarla.

Mi abuelo falleció el 21 de diciembre de 1984 en la ciudad de Panamá, hace hoy exactamente 25 años.