SUEÑO DE NATHAN BEDFORD FORREST LA CALUROSA TARDE EN QUE DECIDIÓ ABANDONAR EL KLAN

Lo mire a los ojos. Parecía no importarle mi presencia. Me senté con todos y con todos compartí el momento de íntima y extraña tranquilidad. Extraña paz. Extraña quietud. Al menos para mi, que sabía de antemano lo que iba a seguir.

A veces hablaba y todos lo escuchaban con detenimiento. Cuando lo hacía, dedicaba a todos miradas intensas, atentas. De pronto, anunció que uno lo traicionaría.

Y aquí algo raro sucedió: el tiempo se detuvo para todos, menos para él y para mí. Soltó el pan, dejó el caliz con el vino, y de un salto atravesó el largo espacio entre nosotros, colocándose a mi lado, acercando su rostro al mío lo más que pudo sin tocarme. Con fuerza me espetó: “Hipócrita... Memoriza bien lo que ves y díselo a todos: di que soy negro... ¡Qué el Hijo del Hombre es sólo un negro como ese que mataste ayer con saña!”.

Fue allí que desperté empapado en sudor.

-----
© José Luis Rodríguez Pittí
Publicado por primera vez en la Revista MAGA #60-61, Panamá, 2007.