LA CERVEZA HB EN LA MEMORIA


¡Ah!... La HB: la negra que da sabor. La mejor cerveza panameña. La menos apreciada y comprendida. La de la receta de los plátanos en tentación. El mejor acompañamiento para las torrejas de bacalao, el ceviche de pulpo o un rondón picantito con patacones e una de esas islas que tiene Panamá en el Caribe.

Era la segunda cerveza nacional en antigüedad, después de la Balboa (creada en 1910 por la recién fundada Panamá Brewing and Refrigeration Company Ltd.), cuando dejó de producirse un día en que nadie se dio cuenta a principios de este siglo de tantos retrocesos.

Quizás (creo que nunca lo sabremos) era una versión mejorada de la negra cerveza Tropical, bandera de la fábrica del mismo nombre fundada en la capital del país en 1914, pero desaparecida hace tiempo.

La HB era una cerveza tipo münchener con un 'twist': tenía sabor añadido. Era negra y amarga, pero con caramelo. Pienso que de melaza. Sabor a Panamá como el de los rones oscuros. Tal vez eso le daba esa cualidad tan especial y, sin duda, era lo que la hacía ideal sobre el plátano maduro antes del ingreso a la olla en la que se evaporaba dejando ese sabor dulce y el color más bonito de la cocina criolla.

No recuerdo cuándo la tomé por última vez, pero sé que fue empezando el siglo XXI. Quiero creer que fue en una playa del Pacífico acompañando un pargo frito con patacones y 'buco' salsa de ají chombo. O que fue una noche en que no sabía con que bajarme unos pixbaes recién cocinados en sal y descubrí que iban bien con esa negrita. Pero lo más seguro es que fue un domingo caluroso en casa, sin pensarlo mucho, sin darme cuenta de esa pérdida.

La cerveza HB en la memoria me sabe al Río Abajo pícaro, lleno de 'boites'; a la sobra bajo un ranchitos 'espelucao' en la Transísmica; a olorosos puestos de comida a lo largo de Costa Arriba en Colón; a esos puertos de deliciosa pesca (¡ya los especuladores están terminando de arrasarlos!) en el Mar del Sur: en Gorgona, Farallón, Rompío, Pedasí, Mariabé, Cambutal, Mariato, Montijo, Las Lajas.

Los que me conocen saben que aún la pido. Ya sé que no me la traerán, pero me engaño creyendo que así la mantengo viva.

Ojalá los hijos de belga, de alemanes o colombianos, que ahora poseen la cervecería que la fabricaba nos la trajeran de vuelta y nos dejaran disfrutar una vez más de esa negra que sabe como ninguna al Panamá multicural, al verdadero país.

Pero es en vano: ese Panamá hace rato que desapareció.